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Comunicación y trastornos de conducta alimenticia en el adolescente de preparatoria.

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par Harold Jean
Universidad La Concordia - Licence en Psychologie 2012
  

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13.6 Sistemas de Actividad y Comunicación en la Adolescencia

El sistema de actividad y de comunicación del adolescente es muy complejo ya que tiene muchos adaptadores que les permite habla entre ellos, en los casos de TCA, la comunicación es el reflejo.

En cuanto a la actividad formal o institucionalizada tenemos que el adolescente continúa asistiendo con carácter obligatorio a las instituciones de la Enseñanza Media, cuestión que resulta semejante a lo que sucede al niño escolar, como característica en esta esfera.

Sin embargo, en la Adolescencia la actividad de estudio cambia tanto por su contenido como por su forma e impone al adolescente la necesidad de utilizar nuevos métodos de asimilación de los conocimientos, proceso que se torna más complejo en la edad juvenil.

En esta etapa, las variaciones que se producen en el contenido y los métodos de obtención del conocimiento, influirán notablemente en el desarrollo de la personalidad y, de forma especial, en el desarrollo del pensamiento, de los intereses cognoscitivos y profesionales.

Pasando a analizar la actividad informal o no institucionalizada, vemos que los adolescentes desarrollan diversas actividades en su tiempo libre de manera mucho más intencional que en la edad escolar, en cuanto a sus posibilidades de elección; es decir, hay mayor selectividad en la elección, en función de sus intereses generales. Alguna de estas actividades puede ser altamente motivante para el adolescente y relegar las actividades vinculadas a la escuela a un segundo plano. También pueden encontrase o no vinculadas con la profesión a la que piensan dedicarse en el futuro.

Al analizar el sistema de comunicación en la adolescencia podemos afirmar, primeramente, que esta etapa es considerada como un período crítico del desarrollo y una de las principales razones en que se sustenta esta valoración es la presencia de contradicciones entre adolescentes y adultos, que resultan prácticamente inevitables.

En sus relaciones con los adultos los adolescentes desarrollan una mayor criticidad en la valoración de estas figuras, en comparación con la etapa precedente, tanto en torno a los maestros como a sus padres, quienes dejan de ser autoridades sagradas. No obstante, por el carácter dicotómico del pensamiento, así como por la insuficiente consolidación de algunas formaciones motivacionales, esta valoración es poco reflexiva y también tiende a ser rígida.

En el caso de los maestros, la aceptación del adolescente va a depender en mayor medida de su estilo de comunicación, que de la preparación técnica, entendida como excelencia académica en la materia o materias que imparte. Los adolescentes privilegian a aquellos profesores que establecen con ellos un diálogo abierto y se preocupan por sus inquietudes e intereses, relacionados con la vida en general, y no únicamente con la esfera de los estudios.

En cuanto a las relaciones de comunicación entre los adolescentes y sus padres vemos que las mismas dependen de diferentes factores. Entre estos se encuentran el nivel socio-económico, escolar y cultural de la familia y el estilo de comunicación que se ha venido desarrollando entre padres e hijos en las etapas anteriores. Si existe costumbre de dialogar en la familia, si se colegian las decisiones, si se respeta la diversidad de las individualidades y el derecho a la independencia de los hijos, el tránsito por esta etapa será menos convulso en las relaciones adulto-adolescentes.

El conflicto adulto- tiene como principal causa la divergencia de opiniones de adultos y adolescentes, en cuanto a los derechos y deberes de estos últimos(adolescente, Petrovsky, 1980).

Es muy típico ver cómo los padres exigen al adolescente que cumpla deberes como son el ser un buen estudiante, cooperar en la realización de las tareas del hogar, ser responsable, disciplinado, respetuoso con los adultos, etc. Sin embargo, cuando el adolescente haciendo uso de sus derechos, y una vez cumplidos sus deberes, pide a sus padres que le permitan salir con sus amigos, ir a la playa, a una fiesta, al campismo etc., no son pocos los padres que sin dar razones le niegan esta posibilidad.

El conflicto adulto-adolescente se encuentra condicionado por factores objetivos y subjetivos, ya que el adolescente ocupa una posición social intermedia, continúa dependiendo económicamente de los padres, aún asiste a una institución escolar con vistas a lograr la preparación necesaria para su futuro desempeño profesional y muestra en ocasiones conductas infantiles o rasgos de inmadurez.

Este conflicto es más agudo al inicio de la adolescencia y tiende a disminuir a finales de ella. El carácter más o menos agudo del mismo, depende de la capacidad o incapacidad de los adultos, y en particular de los padres, para dejar a un lado la moral de obediencia -propia de las relaciones con sus hijos en etapas anteriores- y establecer un diálogo abierto y una actitud de entendimiento mutuo.

Es por ello, que para lograr atenuar este fenómeno o solucionarlo, una de las principales vías consiste en producir cambios en el estilo de comunicación con el adolescente, de forma tal que el adulto combine una dirección firme y consecuente con la flexibilidad necesaria y la racionalidad de las exigencias. Los adultos deben explicar a los adolescentes el motivo de sus exigencias, provocar reflexiones mutuas y aplicar la fuerza de su poder sólo cuando resulte imprescindible.

Una vez analizado en qué consiste el conflicto adulto-adolescente, las causas que lo condicionan y lo agudizan, así como las vías que favorecen su solución, pasamos a caracterizar la llamada crisis de la adolescencia.

El análisis e interpretación de la crisis de la adolescencia en la Psicología se encuentra estrechamente relacionado con la concepción que se sustente sobre los determinantes del desarrollo psicológico y su periodización, cuestiones tratadas en la primera parte de este libro.

Para los autores que poseen una concepción biogenética o biológica este fenómeno depende de la maduración del organismo y se asocia, de manera necesaria, a las transformaciones puberales. De acuerdo con este punto de vista la crisis transcurre de manera similar e inevitable en todos los casos, al estar determinada por factores biológicos, siendo calificada esta concepción como la del universalismo biogenético.

Las concepciones sociogenéticas o sociologistas abogan por conceder el papel determinante, en la aparición de la crisis de la adolescencia, a las influencias externas y,muy especialmente, a la «posición intermedia» que ocupa el adolescente, al ser considerado, desde lo social, como alguien que dejó de ser un niño pero tampoco es aún un adulto.

Como expresábamos al analizar las características del desarrollo en la edad escolar, el sistema de comunicación no se agota en las relaciones con los adultos, sino que incluye, de forma especialmente relevante en esta edad, las relaciones con los coetáneos o iguales.

En la adolescencia los sujetos pasan más tiempo con sus compañeros que en el seno familiar, por lo que sus valores y normas de conducta están determinados, en buena medida, por el carácter de estas relaciones, tanto en el grupo formal como en el espontáneo o informal.

La necesidad de ocupar el lugar deseado o lugar al que aspira en su grupo de coetáneos, desempeña un importante papel en el desarrollo armonioso de la personalidad en esta etapa, ya que el equilibrio y bienestar emocional del adolescente, dependerá de que logre ocupar el lugar deseado entre sus iguales este lugar y de la aceptación que alcance dentro del grupo. Recuérdese que L. I. Bozhovich (1976) señala cómo a partir del 4to grado el ser aceptado por el grupo se convierte en motivo fundamental de la conducta del niño. Esta autora explica diferentes fenómenos del comportamiento de los adolescentes como son el conformismo y el negativismo, los cuales concibe como indicadores de la trascendencia que tiene para ellos el hecho de ser aceptados por su grupo de iguales.

El conformismo se trata de que en determinadas circunstancias, el adolescente se pliega a la opinión de la mayoría del grupo, sin mostrar resistencia alguna aunque no la comparta o no esté convencido de ella, en busca de aprobación social. Como conducta contraria a estas actitudes conformistas aparece el negativismo, que consiste en la oposición sistemática a los puntos de vista de los otros, sin suficiente fundamento, algo así como la posición del «rebelde sin causa».

Ambas conductas reflejan el insuficiente desarrollo de un sistema interno de motivación, pues en el primer caso se aceptan las normas de forma poco crítica, y en el segundo, se rechazan sin hacer razonamientos al respecto.

Otra conducta interesante que también nos indica la importancia que confiere el adolescente a la aceptación grupal es la llamada»persecución de la nota». Muchos adolescentes se empeñan en obtener altas calificaciones en la escuela, aun cuando éstas no sean resultado de su preparación académica ni de sus conocimientos, como medio de obtener prestigio entre sus compañeros de clase. Esta necesidad conduce en ocasiones al fraude académico.

La ausencia del reconocimiento deseado por parte de sus iguales, puede llevar al adolescente a convertirse también en el peor alumno de su aula y por este camino a conductas antisociales que pueden desembocar en la comisión de actos delictivos. Investigaciones realizadas por M. A. Alemanski y G. G. Bochkarieva (citados por I. Kon, 1990) así lo demuestran.

La amistad constituye otra importante esfera en el sistema de comunicación durante la adolescencia. Esta relación se basa en la confianza total, la ayuda y el respeto mutuo. En la adolescencia se produce una tendencia a idealizar al amigo y la amistad puede romperse con relativa facilidad. Este hecho está en consonancia con el desarrollo intelectual, porque el pensamiento, como posteriormente veremos, tiende a ser dicotómico y poco flexible.

En cuanto a las diferencias de género, las mujeres sienten más tempranamente la necesidad de una amistad, como relación íntima y profunda, de marcado matiz emocional y acerca de la misma poseen criterios más elaborados que los varones. En el caso de estos últimos, se considera que las relaciones de amistad presentan, generalmente, una función más utilitaria.

En el transcurso de la adolescencia la aparición de la relación de la pareja comienza a relegar las relaciones de amistad a un segundo plano. Las relaciones de pareja en esta etapa, en sentido general son inestables, ya que poseen un carácter experimental y contribuyen al desarrollo de la autovaloración o identidad personal y, en particular, de la identidad sexual y de género del adolescente. Esto resulta peligroso, pues los adolescentes en muchos casos no cuentan con una adecuada educación sexual, por lo que constituyen un grupo de riesgo, por excelencia, para contraer enfermedades de trasmisión sexual, y también pueden llegar a una maternidad o paternidad precoz, para la que no están ni objetiva ni subjetivamente preparados.

En la elección de la pareja los adolescentes tienen dificultades para hacer coincidir su ideal desde el punto de vista físico con el ideal al que aspiran de acuerdo a sus cualidades psicológicas y morales, por la gran importancia que confieren a la imagen corporal.

La «situación social del desarrollo», propia de la etapa de la adolescencia, en la cual hemos analizado hasta aquí los cambios biológicos y su repercusión psicológica, así como las cuestiones relativas a la caracterización de los sistemas de actividades y comunicación permite, a partir de la interacción entre los aspectos internos y externos que la conforman, explicar el surgimiento de las nuevas particularidades psicológicas propias de estos períodos.

Estas particularidades, como hemos señalado con anterioridad, se presentan siguiendo algunas tendencias generales, aun cuando se expresen de manera singular e irrepetible en cada sujeto concreto, matizadas por las condiciones socio-históricas en que se transcurre su vida.

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"Enrichissons-nous de nos différences mutuelles "   Paul Valery