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Estado y démocracia en el pensamiento politico de Jean-Jacques Rousseau

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par Smith Augustin
Instituto filosà³fico Pedro Francisco Bonà³ - Licence en philosophie et sciences humaines 2008
  

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b)- La crítica comtiana

Efectivamente, antes de que Emile Durkheim restablezca a Rousseau y lo considere como un verdadero precursor de la ciencia sociológica92(*), la crítica positivista y antiutópica de Auguste Comte ya lo había condenado y rechazado por charlatanería. Augusto Comte en su primer opúsculo --Plan des travaux scientifiques nécessaires pour réorganiser la société-- publicado en 1822, incluyó el pensamiento de Rousseau dentro del estado metafísico o crítico que, para él, como es sabido, no tiene valor en sí mismo, por cuanto no sirve para reorganizar la sociedad y además no es sino un residuo del pensamiento teológico: «Son caractère est bâtard --dit Comte--, il lie les faits d'après des idées qui ne sont plus tout á fait surnaturelles, et qui ne sont pas encore entièrement naturelles. En un mot, les idées sont des abstractions personnifiées, dans lesquelles l'esprit peut voir à volonté ou le nom mystique d'une cause surnaturelle, ou l'énoncé abstrait d'une simple série de phénomènes, suivant qu'il est plus prés de l'état théologique ou de l'état scientifique»93(*).

c)- La crítica política

La teoría política aplicada que aspira a proponer modelos políticos viables para la organización social, valoriza la teoría democrática de Rousseau, como guía teórico para otros modelos democráticos; sin embargo, a la hora de contrastarla con la realidad, la reduce a una simple utopía. Eric Weil, en un afamado artículo escrito sobre Rousseau lo dijo categóricamente: «la teoría política de Rousseau es, y él sabe que lo es, irrealizable»94(*).

También otros autores, desde el siglo XVIII hasta hoy en día, no hesitan en afirmar lo mismo defendiendo cada vez más que la democracia liberal representativa sería la única forma de democracia que tenga realmente viabilidad. Opinión que muchas veces vacila entre lo que llamo: un pretendido sentido realista que dice ser inspirado por lo que ha ido demostrando la experiencia histórica; y, prejuicios aristocráticos de una pequeña burguesía conservadora que combate a Rousseau negando toda capacidad de autogobierno a las masas y defendiendo en consecuencia una inevitable necesidad de las mismas de ser guiado, llevado por una aristocracia capaz e inteligente, por los «hombres excelentes», diría Ortega y Gasset. De todos modos, no sé muy bien de qué lado está Giovanni Sartori, pero en su libro qué es la democracia?, así designa el futuro de la democracia directa: «El autogobierno que nunca será»95(*).

Pero, relativamente a Rousseau, de qué se trata efectivamente? Era Rousseau consciente de que sus pensamientos no pasarían los límites de un universo teórico idealizante o más bien aspiraba a su aplicación en casos concretos?

Primero, pese a todo lo que se puede decir de manera general sobre el estilo de Rousseau, dominantemente romántico e idealista por cierto, también tenía el filósofo ginebrino un cierto sentido de realismo. Esta exhortación a los gobernantes de Polonia en les Considérations sur le gouvernement polonais, puede dar testimonio de esto: «Évitons, s'il se peut, de nous jeter dès les premiers pas dans des projets chimériques. Quelle entreprise, Messieurs, vous occupe en ce moment? Celle de réformer le Gouvernement de Pologne, c'est-à-dire de donner à la constitution d'un grand royaume la consistance et la vigueur de celle d'une petite république. Avant de travailler à l'exécution de ce projet, il faudrait voir d'abord, s'il est possible d'y réussir »96(*).

Segundo, ya que Rousseau de ninguna manera puede ser considerado como un idealista sin más, aunque el carácter utópico de su pensamiento político es evidente, se debe siempre aclarar bien lo que se quiere decir cuando se sostiene que Rousseau era un pensador utópico.

Utópico, Rousseau lo era bien97(*), y era eso el espíritu característico de su época misma; pero, prácticamente no adoptó el sentido tradicional de la palabra utopía tal como un Tomás Moro, por ejemplo, que popularizó el término con el título de su libro y su visión allí desarrollada de una ciudad ideal a construir en un mundo fantástico. J. Fabre en los Annales de société Jean-Jacques Rousseau citado por Ginzo Férnandez en un importante artículo sobre la utopía en Rousseau, nos recuerda que «Rousseau no habría formado un mundo imaginario al margen del «espacio y el tiempo de la geografía y la historia», resultando esta actitud más bien excepcional en un siglo donde se recurría tan profusamente al género utópico, «los países donde se detiene la atención de Rousseau son fáciles de situar sobre el mapa: Ginebra, Valais, Córcega, Polonia, siendo libre cada cual de ir a verlos»98(*). Y por eso, concluye Ginzo Fernández: «Rousseau es un autor «antiutópico utópico»99(*). Es decir, un pensador utópico pero con los pies sobre la tierra. No abandona la realidad sino que está con ella en una eterna tensión buscando siempre un debe ser para juzgar correctamente lo que es: «Toda la obra de Rousseau aparece traspasada por la tensión entre lo ideal y lo real, cabiendo decir que toda ella gira en torno a la posibilidad de una humanidad alternativa frente a la realmente existente»100(*).

En conclusión, es definitivamente aceptable que Rousseau debió pensar que su teoría democrática pudiera ser aplicada para construir un mundo alternativo y más justo. Evidentemente, torpe sería de decir que pensó en una aplicación estricta de la misma. Además que él mismo dificultó esta misma viabilidad de su teoría por haberla pensado un poco demasiado desde las dimensiones geográficas de las ciudades-estados de la Antigua Grecia y las estructuras republicanas romanas, demasiadamente romantizadas por él mismo. Pero, fuera de todas estériles discusiones puramente ideológicas que, por otra parte, se equivocan absolutamente en pensar que pueda existir algún tipo de pensamiento que sea estrictamente coherente y fielmente aplicable en la realidad, se puede ir descubriendo y apreciar la gran utilidad de los fundamentos y los dignos sentimientos que contiene la teoría democrática rousseauniana. Los mismos, indispensables sin duda para la concepción de cualquier tipo de democracia que sea verdadera, son la igualdad de derecho, el amor a los pobres, la escucha y el valor de la voz de los oprimidos, la preocupación por el bienestar común, la lucha por la superación de la pobreza, el establecimiento de la justicia social en este mundo, etc.

* 92Véase: Emile Durkheim, Montesquieu et Rousseau. Précurseurs de la sociologie, Librairie Marcel Rivière et Cia, Paris, 1966.

* 93Citado por Enrique Martín López, op. cit., p. 121.

* 94Citado por Jean Touchard, op., cit., p. 334.

* 95Giovanni Sartori, op. cit, p. 75.

* 96 Jean-Jacques Rousseau, Considérations sur le gouvernement de Pologne, p. 23.

* 97 Arsenio Ginzo Fernández en un largo artículo sobre la utopía en Rousseau, nos recuerda, por ejemplo, que cuando Victor Hugo en los Miserables intenta una clasificación del universo intelectual del siglo XVIII, ponga a Rousseau a la cabeza de los autores utópicos. (Arsenio Ginzo Fernández, «realidad y utopía en J. J. Rousseau» en Estudios filosóficos, 123 (1994), p. 227.)

* 98Ibid, p. 228.

* 99Ibid, p. 230.

* 100Arsenio Ginzo Fernández, op. cit, p. 230.

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"Qui vit sans folie n'est pas si sage qu'il croit."   La Rochefoucault