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Estado y démocracia en el pensamiento politico de Jean-Jacques Rousseau

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par Smith Augustin
Instituto filosà³fico Pedro Francisco Bonà³ - Licence en philosophie et sciences humaines 2008
  

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CAPÍTULO 1:

CONTEXTO Y GÉNESIS DEL PENSAMIENTO POLÍTICO DE ROUSSEAU

1.1- Rousseau y la ilustración francesa: rebeldía, marginalización y radicalidad

Como ocurre con tantas otras corrientes de pensamiento, se suele hablar de la Ilustración francesa como si fuera una sola y cuyas características, por consiguiente, se encontraran idénticas en todos los escritores denominados «ilustrados». Rousseau, en su caso, por haber vivido y sobresalido como escritor en la época del siglo XVIII francés, que los manuales de filosofía y de literatura llaman ilustración, no suele ser distinguido dentro del gran paquete de los »ilustrados franceses» que deben de ser todos, según estos historiadores de las ideas, obligatoriamente ateos, anticristianos o, por lo menos, deístas; racionalistas y progresistas. O sea, algo así como este resumen de Hirschberger: «la ilustración francesa, según ya se ha apuntado, es más radical que la inglesa. Aquí nos salen al paso, como posturas cosmovisionales, el ateísmo y el materialismo más descarados; en el terreno religioso no es ya una crítica moderada, sino una ataque mordaz y frívolo contra el Cristianismo, con menos intención de enmendarlo que de desplazarlo; en política no se esperan los pasos normales de una evolución natural, sino que se va derecho a la revolución y, llegada ésta, se la conduce en forma que sólo los favorecidos por ella parecen ignorar lo problemático de sus consignas. Todo por la razón, todo por la libertad y el progreso»3(*). Muy bien. Pero, Rousseau no era precisamente eso sino más concretamente: un verdadero rebelde, un escritor sensible, marginalizado en su tiempo por la originalidad de sus ideas y sobre todo, por la radicalidad de sus posiciones.

En efecto, Rousseau, en cuanto a sus relaciones con su tiempo, es eso que acabamos de decir: un perfecto «hijo rebelde». En un magnífico artículo del profesor Pesquero Franco, intitulado «Jacques Rousseau, una conciencia desgarrada de la Ilustración», el autor, demuestra en estos términos esta relación de Rousseau con la Ilustración francesa a la vez como «hombre de su siglo» y «superación del mismo»: «ilustrado, ciertamente, en tanto cuanto comparte con éstos su fe en la razón, contribuye a la crítica de la sociedad del Antiguo Régimen y a la defensa de la libertad, concediendo igualmente una importancia decisiva al desarrollo moral del hombre. Más allá de ellos, al frenar su exacerbado racionalismo, su pensamiento alcanzará en todos estos temas, matices diversos que se alejarán de la ortodoxia ilustrada»4(*). Y el profesor Johannes Hirschberger también iría por esta línea hablando de Rousseau en su Historia de la filosofía: «Uno de los grandes entre los grandes de la Ilustración francesa, aunque al mismo tiempo su superador, es Jean-Jacques Rousseau (1712-1778), rival de Voltaire y debelador de los enciclopedistas. También Rousseau quiere el progreso, la libertad y el bien de la humanidad pero lo quiere por otros medios. Voltaire es el racionalista e intelectualista. Rousseau es el hombre del sentimiento y del corazón. (...) Se le ha llamado el profeta de una era de Sturm und Drang en la historia de la cultura humana, y se ha dicho que expresó «el indefinido anhelo de toda la humanidad», que no podía ser acallado por las teorías vacías de sentimiento del racionalismo y del materialismo de la época»5(*).

Con severa radicalidad pues, y desde su primer escrito público- Discurso sobre las ciencias y las artes- hasta las Ensoñaciones de un paseante solitario, Rousseau no sólo criticó la ilustración francesa, sino que la superó integralmente, desenmascarando sus engaños y anunciando su fin con la revelación de un mundo y un modo de ver tan nuevos y tan rebeldes que Goethe, en una de sus más célebres frases, llegó a decir: «Con Voltaire termina un mundo. Con Rousseau comienza otro".

De todos modos, si se sigue presentando a Rousseau en los manuales bajo la etiqueta de un ilustrado sin más, además del problema de especialización de unos autores que se limitan a clasificar a los pensadores más que todo según el tiempo en que vivieron, es también cuestión de una deformación del conservadurismo intelectual que hace difícil aceptar que los que han hecho evolucionar realmente las ideas no son sino los que han tenido el valor, aun sufriendo, de no contentarse con el statu quo, y mucho menos todavía cuando es la dignidad humana misma que se encuentre en peligro. No obstante, que se lo quiera o no, Rousseau es efectivamente uno de estos valiosos hombres que jugó el amargo papel de ser el juez o el censor de su propio tiempo para que avance el mundo en su manera de pensar, de ver y de actuar en la historia.

De hecho, esta valentía de Rousseau le costó bien grande. Se lo pagó funestamente con la vida solitaria, perseguida y aislada que tuvo que vivir hasta su muerte. Turbulencias de una vida donde muchos sólo ven resultados de un complejísimo carácter mientras que para él su aislamiento no resultó ser sino un doloroso e indeseado rechazo que sufrió de parte de sus propios coetáneos, los «philosophes», los mismos «ilustrados» incomodados por la radicalidad de sus ideas. De ahí sigue que contrariamente a las costumbres de los intelectuales de su tiempo, no adaptó sus ideas a los gustos de las grandes reuniones mundanas de los Salones. Además, en la política fundamentalmente, mientras que los más respetados filósofos defendían o el liberalismo aristocrático o el despotismo ilustrado6(*), Rousseau, alejándose totalmente de la doctrina burguesa de la filosofía política del momento, hizo surgir su pensamiento del otro lado, del lado de los oprimidos y de los sin derechos, desde abajo; y por eso, situándose entre los que él denomina «los filósofos que tienen la osadía de reclamar los derechos de la humanidad»7(*), optó básicamente por la democracia fundamentada en la soberanía popular y susceptible de ser aplicada en una sociedad justa donde ante la ley, todos los hombres y mujeres sean hombres y mujeres del mismo valor y se encuentren bajo las mismas obligaciones.

Su opción radical por los infelices y la profundidad de sus convicciones constituyen pues básicamente, las características con las cuales, Rousseau marcó su singularidad dentro del mundo ilustrado francés. En otras palabras, digamos que la construcción misma de su filosofía no tuvo otro punto de partida, igual que no se desarrolló sino en luchas permanentes con el universo intelectual parisiense de aquella época. Y esto, Rousseau lo confiesa manifiestamente en un esbozo des Rêveries que redactó al final de su vida: «Han cavado entre ellos y yo un abismo inmenso que nada ni nadie puede colmar ni franquear, y estoy tan alejado de ellos para el resto de mis días como los muertos lo están de los vivos»8(*).

Pero, la historia lo ha absuelto y por allí va todavía. Ernst Cassirer, a mitad del siglo XX, recordó, para la historia de las ideas, que no son ni los grandes guardianes del saber, ni los «eminentes guías de la opinión pública» de la sociedad ilustrada francesa, los Diderot o los Voltaire, que llevarán a cabo las grandes ideales del hombre libre y feliz que defendía la época sino que lo hizo el pobre y marginalizado Jean-Jacques, que él mismo considera como «el único moralista absoluto que haya producido el siglo XVIII»: «Les penseurs qui font partie du cercle de l'Encyclopédie entendent améliorer et réparer, mais c'est à peine si l'un d'entre eux songe à la nécessité ou à la possibilité d'une transformation et d'une refonte radicales de la société et de l'État. (...) Lui, (Rousseau), le solitaire, l'original, redoutait le tumulte des places publiques et le vacarme des combats. Pourtant, c'est lui qui fut réellement à l'origine du mouvement révolutionnaire, et non les représentants et les guides de l'opinion publique française de l'époque; car il ne s'attachait pas à des imperfections de détail ni ne cherchait des remèdes ponctuels. (...) Il rejetait toute solution de compromis, préférant dès le début et dans chaque parole, s'attaquer à la totalité. (...) Là où Voltaire, D'Alembert et Diderot ne voient que simples défauts de la société, simples erreurs dans son « organisation » qu'il faudra peu à peu corriger, Rousseau, lui, voit au contraire la société coupable, et il ne cesse en d'impitoyables réquisitoires de fustiger cette faune pour laquelle il exige expiation»9(*).

En resumidas cuentas, esto es más o menos el perfil de este pensador ginebrino que quiero exponer en este trabajo desde los conceptos Estado y democracia que trabajó en su pensamiento político y que estimo dignos de ser retomados ahora para un actual debate, serio y productivo, sobre la teoría y el quehacer político de la sociedad socialmente enfermiza de hoy.

Veamos ahora lo que podría ser un universo teórico desde el cual partió para construir básicamente su pensamiento político.

* 3 Johannes Hirschberger, Historia de la filosofía, Tomo II, Traducción de Luís Martínez Gómez, SJ, Editorial Herder, Barcelona, 1956, p. 118.

* 4 Pesquero E. Franco, «Jacques Rousseau, una conciencia desgarrada de la ilustración» in Anales del Seminario de Metafísica, Núm. Extra. Homenaje a S. Róbade. Ed. Complutense, 1992, p. 595.

* 5 Johannes Hirschberger, op. cit., p. 120-121.

* 6 Dos grandes ejemplos para ilustrar: Voltaire (François Marie Arouet), «el principal adversario social concreto de Rousseau» construyó una filosofía social que no era nada más, señala Jean Touchard, que una mera «filosofía de un propietario burgués». Por ende, «amante y defensor del lujo», agrega Touchard, su gran preocupación político-económica se podía reducir a esta única pregunta verdadera: «cómo asegurar la libertad garantizando la propiedad?» Diderot, de su lado, que era sin embargo amigo de Rousseau por mucho tiempo, director y colaborador suyo en la Encyclopédie, tampoco compartió su filosofía política. Diderot, cuya convicción política vacilaba, entre «la monarquía a la inglesa y el despotismo ilustrado», en buenas ocasiones, se revelaba empero convencido por el absolutismo monárquico hobbesiano. En un artículo de la Encyclopédie intitulado «Estado» dejó abiertamente declaradas estas tendencias: «Se puede definir el Estado como una sociedad civil por la que una multitud de hombres están unidos bajo la dependencia de un soberano, para gozar, mediante su protección y sus cuidados, de la seguridad y de la felicidad que faltan en el estado de naturaleza.» (Ver: Jean Touchard, Historia de las ideas políticas, Traducción de J. Pradera, Tecnos, Madrid, 1975, pp. 315-319)

* 7 Jean- Jacques Rousseau, Discurso sobre la economía política, Traducción de José E. Candela, Editorial Tecnos, Madrid, 1985, p.13. (De aquí en adelante, citaré a la misma obra sólo con la sigla DEP y la página de esta edición aquí citada.)

* 8 Citado por: María José Villaverde, un conservador en el siglo de las luces; Jean-Jacques Rousseau» en Revista de Estudios Políticos (Nueva Época) Núm. 58. octubre - diciembre 1987, p. 247.

* 9 Ernst Cassirer, Le problème Jean-Jacques Rousseau, Hachette, Paris, 1987, p. 46 ; pp. 48-49 ; pp-51-52.

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"L'ignorant affirme, le savant doute, le sage réfléchit"   Aristote